Historias
Naamán, general del ejército del rey de Siria era varón grande, con alta estima ante su rey, valeroso en extremo pero leproso. La providencia quiso que una muchacha, expatriada de Israel, que servía a la mujer de Naamán, diera cuenta a su señora sobre el profeta Eliseo y que si Naamán rogase al profeta, él lo sanaría de su lepra. Apercibiéndose de esto Naamán, se cita con su rey quien le da permiso para acudir al profeta mientras el mismo rey solicita por correspondencia al rey de Israel que lo cure de su lepra. El rey de Israel, perplejo ante dicha solicitud, amargamente interpreta que el rey de Siria no busca sino ocasión para precipitar una guerra contra Israel, ya que ¿quién, sino solo Dios, es capaz de sanar a alguien de la lepra?
Finalmente Naamán acude a Eliseo, al ser requerido por éste con el objetivo de limpiar al leproso y vindicar al Dios de Israel. Cuando Naamán llega cerca de la puerta de su casa, Eliseo, manda por medio de un mensajero que el general acuda al Jordán y allí se lave siete veces. Naamán anticipando y visualizando cómo iba a ser curado, se enoja al ser despachado por el profeta sin ni siquiera ver su rostro y menos aún tocarle. Naamán, emprende camino a Siria, cuando sus criados, le interpelan rogándole que haga caso al profeta ya que, no es cosa difícil lavarse en el Jordán. Finalmente Naamán accede zambulléndose siete veces en el Jordán hasta que su piel se vuelve como la carne de un niño y queda limpio.
¿Quién sanó a Naamán de su Lepra?. La primera impresión que podemos tener es que fue Eliseo quien sanó de la lepra al general. Y sin embargo, muchos otros actores secundarios juegan su papel. ¿Qué diremos de la muchacha que habla con su señora recomendándole a Eliseo?, ¿y de la propia esposa de Naamán que traslada el mensaje de su criada?. ¿Qué diremos de los criados de Naamán que le apaciguaron cuando estaba enojado despreciando el Jordán para volverse a Damasco? ¿y qué diremos del criado de Eliseo que da el mensaje específico a Naamán para que se lave en el río Jordán siete veces?, Finalmente ¿qué diremos del río Jordán, el medio físico por medio del cual se obró un milagro tan asombroso? La respuesta definitiva es que como bien dijo el rey de Israel: solo Dios puede limpiar al leproso y sin embargo, ¿de cuántas personas se sirvió Dios para realizar tal prodigio?
Dios es el autor definitivo, pero se vale de muchos medios para lograr su voluntad. En ocasiones, realiza milagros portentosos pero, la mayoría de las veces, Dios utiliza medios ordinarios para alcanzar propósitos extraordinarios mediante su providencia. En esta preciosa historia se entremezclan y vislumbramos las dos realidades. Hoy en día, quisiéramos ser cada uno de nosotros, medios ordinarios, causas secundarias, herramientas sencillas en las manos de un Dios bondadoso para que la sanidad llegue a los leprosos. Quizá ni tu ni yo seamos Eliseo, pero sí podemos ser la muchacha sirviente de la mujer de Naamán. Podemos ser quizá un criado de Naamán. Podemos ser un mensajero de Eliseo, para que nuestro prójimo leproso pueda ser limpiado de su enfermedad. Con tus palabras, con tu servicio, con tu ofrenda, con tus dones, con tu tiempo con tu amor, puedes ser un medio insustituible, un eslabón en la cadena para que finalmente un leproso pueda ser sanado. ¿Quién sana hoy en día a los leprosos? Muchos hombres y mujeres en el mundo. ¿Querrás ser ése medio que Dios use para sanar y limpiar a un leproso. Tu también sanas la lepra.